Existe una fuerte conexión entre seres humanos y
árboles desde nuestros orígenes (quizás porque como especie primero vivimos en
ellos). Nuestra cultura está inevitablemente relacionada con los árboles:
purifican el aire y previenen la erosión estabilizando el terreno y creando
ecosistemas, además de constituir un microcosmos por sí solos que alberga
diferentes formas de vida y comunidades de seres vivos. Nos proporcionan
cobijo, protección, alimento, bebida y medicina; hoy en día seguimos utilizando
su madera y su corteza como fuente de energía y material de construcción. No sólo hemos
podido fabricar herramientas, muebles, juguetes, utensilios variados, armas, cestas,
recipientes, vehículos, instrumentos musicales o tapones de corcho; también nos
beneficiamos de los numerosos productos derivados de la transformación de la
pulpa, la fibra, la lignina, la resina o el látex. Constituyen una auténtica
industria sostenible que abarca desde ungüentos y tintes hasta papel y
adhesivos.
Pero existe otra dimensión espiritual que convierte
al árbol en uno de los símbolos con mayor protagonismo en mitologías y
religiones de todo el mundo, habiendo sido incorporado por las distintas
civilizaciones a cultos que en muchas ocasiones lo sacralizaban o divinizaban. En el sentido más amplio, el árbol representa la
vida en perpetua regeneración y evolución. Está en comunicación con los cuatro
elementos: el agua circula por su savia, moja su parte aérea y empapa la subterránea;
la tierra rodea sus raíces, el aire nutre sus hojas, y el fuego se obtiene de su
madera. Representa también la unión entre el cielo y la tierra, entre el mundo
y el inframundo, pues sus ramas alcanzan la altura que ningún otro ser vivo
logra, mientras sus raíces se encuentran bien afianzadas en la tierra, que es
la que le da la vida. Así es como se convierte en el axis mundi o “eje del mundo”, el intermediario entre lo sagrado y
lo terrenal, lo eterno y lo efímero, la inmortalidad y el ciclo de la vida.
Aún sin considerar todo lo anterior, la imagen de
un árbol en una habitación infantil se asocia con el crecimiento, la fuerza y
la longevidad. Curiosamente, en muchas de las fotos que he recopilado el árbol
aparece junto a la cuna o la cama buscando instintivamente la función
protectora, simbolizando una diosa madre. También puede ser la morada de “espíritus”
animales (como búhos sabios y vigilantes de la oscuridad) o seres etéreos (como
pequeñas luciérnagas, duendes, hadas o gnomos cuidadores y juguetones). Puedes crear el tuyo (con pintura, stencils, papel o telas) y reforzar la parte de la
simbología del árbol que mejor se adapte a tus creencias. Para que sirva de
inspiración, te muestro un álbum de fotos con esos árboles-universo, esas metáforas
de vida en las que las fuerzas y los seres del cosmos se comunican e
interrelacionan.
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