Los
disfraces no sólo son para carnaval, constituyen uno de los juegos habituales y
fundamentales en el desarrollo de la infancia. Aportan un protagonismo que ayuda a trabajar la expresión corporal y a desarrollar
el “juego simbólico”: mediante la representación de roles conocen el mundo que
les rodea; a través de la dramatización pueden expresar sus miedos, sus deseos
y sus necesidades. El juego simbólico es la base de la comunicación y la
socialización en la infancia, por eso es importante fomentarlo.
Si analizamos los disfraces que encontramos en el mercado, muchos de ellos son sexistas, competitivos, violentos o cursis. No suelen aportar ninguna novedad porque imitan a personajes de películas, protagonistas de series televisivas o deportistas famosos. Deberían explorar distintas personalidades que aporten nuevas sensaciones y experiencias y refuercen las relaciones interpersonales de forma creativa y espontánea.
Podemos dejar a un lado los estereotipos discriminatorios elaborando disfraces que transformen la agresividad y destrucción en creación, el sexismo en sana autoestima, la competitividad en trabajo cooperativo. Las niñas no son por naturaleza princesas delicadas cuya fantasía consiste en saber cantar, bailar y estar siempre guapas esperando que su príncipe azul venga a rescatarlas para casarse y cuidar de una casa y una familia. Los niños no tienen que ser los más fuertes ni resolver los conflictos con violencia, no tienen que ganar siempre ni demostrar que son invencibles compitiendo, atacando y conquistando.
Te propongo la creación de un disfraz de superheroína con el que las niñas se muestren tal y como son realmente: fuertes, dinámicas, alegres, independientes y satisfechas con su aspecto físico. A veces basta con una simple capa (cualquier tela, toalla o mantel viejo vale) para echarse a volar, para sentir una libertad que permita expresarse y relacionarse superando posibles timideces.
Pero si quieres que se sienta más poderosa, si quieres que con el disfraz compense alguna vivencia de impotencia o dependencia, anímala a escoger un nombre y un superpoder (superfuerza, capacidad de volar, inteligencia, agilidad, etc.). Si después se diseña un símbolo con el que se identifique (la letra inicial de su nombre ayudará a que se afirme aún más), el poder liberador y terapeútico del disfraz entra en acción. Inspirándote en las fotos inferiores, puedes crear unos sencillos accesorios con el símbolo diseñado que mejoren su autoconcepto: máscara, muñequeras o guantes, cinturón y hasta alas para los pies. Nada de vestidos y peinados elaborados con delicadeza, nada de actitudes pasivas a la espera; apostemos por niñas aventureras, con iniciativa propia y creatividad suficiente para expresar su auténtica personalidad tanto física como verbalmente.


Te muestro a continuación un álbum con más imágenes de superheroínas:
Si analizamos los disfraces que encontramos en el mercado, muchos de ellos son sexistas, competitivos, violentos o cursis. No suelen aportar ninguna novedad porque imitan a personajes de películas, protagonistas de series televisivas o deportistas famosos. Deberían explorar distintas personalidades que aporten nuevas sensaciones y experiencias y refuercen las relaciones interpersonales de forma creativa y espontánea.
Podemos dejar a un lado los estereotipos discriminatorios elaborando disfraces que transformen la agresividad y destrucción en creación, el sexismo en sana autoestima, la competitividad en trabajo cooperativo. Las niñas no son por naturaleza princesas delicadas cuya fantasía consiste en saber cantar, bailar y estar siempre guapas esperando que su príncipe azul venga a rescatarlas para casarse y cuidar de una casa y una familia. Los niños no tienen que ser los más fuertes ni resolver los conflictos con violencia, no tienen que ganar siempre ni demostrar que son invencibles compitiendo, atacando y conquistando.
Te propongo la creación de un disfraz de superheroína con el que las niñas se muestren tal y como son realmente: fuertes, dinámicas, alegres, independientes y satisfechas con su aspecto físico. A veces basta con una simple capa (cualquier tela, toalla o mantel viejo vale) para echarse a volar, para sentir una libertad que permita expresarse y relacionarse superando posibles timideces.
Pero si quieres que se sienta más poderosa, si quieres que con el disfraz compense alguna vivencia de impotencia o dependencia, anímala a escoger un nombre y un superpoder (superfuerza, capacidad de volar, inteligencia, agilidad, etc.). Si después se diseña un símbolo con el que se identifique (la letra inicial de su nombre ayudará a que se afirme aún más), el poder liberador y terapeútico del disfraz entra en acción. Inspirándote en las fotos inferiores, puedes crear unos sencillos accesorios con el símbolo diseñado que mejoren su autoconcepto: máscara, muñequeras o guantes, cinturón y hasta alas para los pies. Nada de vestidos y peinados elaborados con delicadeza, nada de actitudes pasivas a la espera; apostemos por niñas aventureras, con iniciativa propia y creatividad suficiente para expresar su auténtica personalidad tanto física como verbalmente.


Te muestro a continuación un álbum con más imágenes de superheroínas:
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