De pequeña me encantaban esas esferas de cristal con una escena navideña en miniatura que al girarlas parecía que nevaba en su interior, apareciendo un pequeño mundo mágico y fascinante mientras caían los copos. Después de algunos intentos con glicerina y purpurina (o bolitas de corcho blanco) pegando figuritas en la tapa y sellándola, nunca consigo que el efecto sea el mismo y en vez de una pequeña burbuja de aire suele quedar un espacio vacío demasiado grande que afea el conjunto (sobre todo si lo realizan niñas y niños).
Pues bien, he descubierto que un sencillo abeto (o cualquier otra figurita que podamos reutlizar) sobre un lecho de azúcar o sal en el interior de un bote de cristal grande resulta un paisaje navideño muy evocador y un regalo muy sencillo y original. Te ofrezco varios ejemplos con y sin nieve para demostrártelo: