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domingo, 8 de diciembre de 2013

CORONAS NAVIDEÑAS


Los griegos formaban coronas con las hojas perennes del laurel que otorgaban a los atletas en honor a Apolo. Para los romanos representaban autoridad y eternidad y las utilizaban en muchos tipos de ceremonias, tanto cívicas como religiosas.
Durante la Saturnalia (o festival de la cosecha coincidente con el solsticio de invierno y que se celebraba en honor a Saturno, dios romano de la agricultura), se regalaban coronas de acebo, símbolo de renacimiento y fertilidad en los meses infecundos.
Los druidas celtas también usaban coronas de acebo ritualmente durante el solsticio de invierno junto con el muérdago, la hiedra o el musgo, cuando el roble sagrado había perdido sus hojas.

Además, la corona como círculo es un símbolo universal relacionado con el ciclo ininterrumpido de las estaciones y con el poder del sol por su forma redonda, mientras que las hojas perennes y los frutos significan la persistencia de la vida en mitad del duro y oscuro invierno.


Por todo ello, es una buena idea rescatar las coronas como una tradición ancestral que evoca la fuerza de la naturaleza en condiciones adversas. Cualquier planta con la capacidad de reverdecer e incluso de fructificar en invierno puede ser un símbolo de tu propio renacimiento interior frente a una crisis exterior. Personalmente, tanto el madroño como el rusco, la piracanta o el cotoneaster, me parecen idóneos por sus frutos rojos y afortunadamente los tengo cerca, aunque no encuentre muchos ejemplos visuales para ofrecerte. Los que muestro aquí espero que te ayuden a actualizar el rito de la corona con un matiz más personal y terapéutico:

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