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domingo, 24 de noviembre de 2013

CALENDARIOS DE ADVIENTO

La palabra adviento, que procede del latín adventus y significa llegada, venida o advenimiento, tiene su origen en dos vocablos griegos relacionados entre sí pero con distintos significados: parusía y epifanía. Para los antiguos paganos de la época apostólica (cuya lengua común era el griego), la palabra epifanía se usaba para designar la entrada solemne (o primera aparición pública) del emperador u otro personaje importante cuando visitaba las ciudades de su imperio y también la venida anual de una divinidad a su templo para visitar a sus fieles; parusía, a su vez, se empleaba para designar la presencia del emperador rodeado de su séquito ante el pueblo o la permanencia de la estatua divina mientras duraba la solemnidad.


Los cristianos, pues, no sólo tomaron del lenguaje popular ambos términos, sino que los adaptaron con gran naturalidad para designar tanto la venida, visita o manifestación de su dios como su presencia en medio del pueblo. Posteriormente, cuando la iglesia occidental pasó del griego al latín (sobre el siglo III), tanto la palabra epifanía como el término parusía, se vertieron en un único vocablo: adventus, que define las cuatro semanas que preceden al nacimiento (nativitas en latín) de Cristo.

El calendario de adviento tiene su origen en la Alemania luterana de mediados del siglo XIX. Se cuenta que las familias marcaban con un trozo de tiza el día 1 de diciembre 24 líneas en la pared o la puerta y las niñas y los niños se encargaban de ir borrando una marca cada día hasta llegar a la noche del 24. También se dice que en un cartón se pegaban estampas o pasajes bíblicos hasta completar los 24 días. Otra tradición de origen pagano consistía en encender una vela cada día (en la corona de adviento sería una por cada semana para representar el poder del dios sol, para que regresara con su luz y calor durante el invierno). Una leyenda popular cuenta que una madre horneó un bizcocho que dividió en 24 porciones para que su hijo comiera una por cada día de espera.
En 1908 Gerhard Lang, copropietario de una imprenta en Munich, imprimió el primer calendario de adviento compuesto por una serie de 24 imágenes para recortar y pegar sobre una ilustración de cartón. Años más tarde, él mismo comercializó el primer calendario con pequeñas puertas que se abrían. Poco a poco su uso fue ampliándose al resto del mundo y sus formas y diseños eran cada vez más variados.

Durante la 2ª Guerra Mundial esta actividad fue suspendida debido a que el papel y el cartón estaban racionados; y producir calendarios, fotos y postales estaba prohibido bajo la ocupación nazi. Pero las familias protestantes buscaron otras alternativas como 24 velas blancas marcadas con símbolos religiosos o casilleros de madera y saquitos que se podían rellenar con dulces, sorpresas o pequeñas figuras. En 1946, una vez finalizada la guerra, el impresor Richard Sellmer volvió a comercializarlos. En 1958 salieron a la venta los primeros calendarios rellenos de 24 chocolatinas.


Lo que más me gusta de esta tradición no es precisamente la espera cristiana navideña sino la ocasión que nos ofrece para demostrar nuestro amor por el detalle de una forma creativa y variada, sin recurrir a las fáciles chocolatinas en ventanitas de cartón de los modelos comprados en supermercados. 


Aprovechemos el contexto para expresar artísticamente el cariño que ahora sí podemos manifestar en cualquier rincón, pared o ventana sin que resulte extraño. La pena es que las fechas no coincidan con las vacaciones escolares, porque el final del trimestre suele acelerarse un poco para la calma que requiere a veces la preparación pausada de un calendario original.
(Como puedes ver, los ejemplos de las fotos sí han contado con esa pausa).


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